sábado, 31 de marzo de 2018

Trabajos de la 9ª Sesión del III Taller

Después de leer el poema "Respirar" de Ada Salas, nos hemos puesto a trabajar sobre los recuerdos de la infancia, pequeños o grandes detalles que han quedado grabados en nuestra memoria y que vamos a sacar a la luz. Estos son algunos de los resultados:



¡Hola cejas!

Todos los años me voy en verano dos meses de vacaciones. Un año, cuando yo tenía cinco, al volver a mi casa me miré en un gran espejo que cubre una de las paredes de mi habitación; para mi sorpresa vi reflejadas dos filas de pequeños pelos encima de mis ojos, del grosor de un dedo meñique y que llegaban desde el final de mi nariz hasta el final de las cuencas de los ojos, una encima de cada ojo. Era algo que yo no  había visto en la vida, empecé a delirar; lo primero que hice fue cerrar muy fuerte los ojos y frotarlos con las manos, para comprobar que no eran imaginaciones mías. Al ver que seguían ahí las dos, bien quietas, las fui a tocar e intente arrancarlas, pero no había manera. Tras considerar momentáneamente la posibilidad de estarme convirtiendo en una niña-mono me fui corriendo y gritando a buscar a mamá, al encontrarla le dije:
–Mira lo que me ha pasado –entonces se giró y pude descubrir que ella también tenía esas dos extrañas filas de pelitos.
–Me ha salido esto –dije señalándome las cejas.
Al comprobar que no señalaba nada extraño dijo en tono irónico:
–¿Las cejas?
Entonces le contesté que sí y le conté lo que me había pasado. Ella me recomendó que no dijese tonterías, que las había tenido desde siempre. Entonces se me ocurrió una fantástica idea: iría en busca de todas mis fotos para demostrarle a mi madre que yo decía la verdad. Para mi decepción ella tenía razón, en todas las fotos aparecían sobre mis ojos esas extrañas “cejas”. Me consolé pensando que me quedaban relativamente bien y que me acostumbraría a vivir con ellas.
Hoy pienso en esto como una graciosa y, en alguna ocasión, ridícula anécdota.


Belén del Molino Dueñas


Adiós

Mi primera experiencia con la muerte fue cuando tenía unos nueve años. Mi profesora del curso anterior enfermó y había tenido que pedir una baja, ese fue el primer golpe. Le teníamos muchísimo cariño, nos había ayudado y enseñado mucho y nunca pudimos agradecérselo. Lo recuerdo perfectamente, era un jueves, nuestra tutora de aquel entonces nos comentó que tenía una noticia muy importante que darnos. Dijo: vuestra profesora del año pasado ha muerto. Silencio. Me giré, me abracé a una amiga y comenzamos todos a llorar. No podía pensar en nada, recuerdo perfectamente cómo mi mente dejó de funcionar y solo notaba el gran hueco que había aparecido en mi corazón. La profesora, que había permanecido callada hasta entonces dijo: por eso he estado tan triste estos dos últimos días; sonará muy egoísta pero pensé: “A ti no te importaba, ni siquiera la conocías” y sentí que nosotros teníamos el derecho a haberlo sabido mucho antes. Me dolió, me dolió no haberme enterado antes y, de otro modo, me atormentaba que nunca iba a volver a verla, pero lo que más me hizo sufrir fueron las palabras que me dijo mi abuela cuando se enteró: deberían llorar las personas que han sido malas con ella, las personas que han sido buenas tendrían que pensar que se fue con un recuerdo feliz de vosotros. No era verdad, nunca me había podido despedir de ella, ni un adiós, ni un gracias, aquello sí que merecía que llorara, pues nunca tendría la oportunidad de mirarla a los ojos otra vez.
Años más tarde descubrí el nombre del enemigo que había matado a cientos de personas, entre ellas a aquella profesora: Cáncer. Él era el culpable de que yo no pudiera darle mi adiós.
Luna Salazar Díaz


Marta Sancho Fernanz



Mi canción

Escuchaba una canción,
siempre antes de dormir;
me llenaba de emoción
sólo verla sonreír.

Y siempre que me cantaba,
miraba a la oscuridad,
y los monstruos de mi cama,
se llenaban de bondad.

Miraban y escuchaban,
esa voz angelical,
y cantaba y cantaba
Lará, larailará.

Un día ya no hubo canción.
Los monstruos esperaban.
A falta de esta ilusión,
asaltaron mi cama.


Irene García Horcajada


El Telegrama

Finaliza el verano
y correteo por las plazuelas recalentadas.
La Mancha. 
Horas eternas. Libertad absoluta.
Juegos en la calle.
El pueblo.
Nada te ata. Nada obliga.
El tiempo pasa indolente
mientras los niños jugamos,
corremos,
gritamos,
reímos...
Es de noche. Es hora de regresar.
Hay luces en la casa que no es mi casa.
Y revuelo de voces.
Algo sucede. Extraño.
Mis ojos de cinco años buscan.
Todos observan un  papel.
Azul,
como el cielo.
De repente, los mayores me miran.
Sonrientes.
Y blandiendo el  papel me dicen:
¡ha sido niña!
El papel, –luego descubriría que se llamaba telegrama–
me trajo un regalo.
Ya tengo una hermana.

Maite García Osa


La juventud suspendida

Cuando éramos jóvenes, tú y yo nos habíamos hecho mayores antes de tiempo. Y me di cuenta justo cuando empezaron a fugarse los retos, los anhelos y las palabras.
Sin quererlo, habíamos dejado la puerta entreabierta al olvido y a la indolencia. ¿Y sabes qué? ¡Por esa única rendija se nos colaron!
Lo que ignoras es que yo atrapé un puñado de sueños y un millar de palabras en una caja de galletas, por si el aroma dulzón a canela lograba devolvernos la juventud suspendida.

Yo la recuperé al fin; pero tu primavera… tu primavera tenía más de una esquina rota.

Ana Belén López Martínez



Cada mañana,
el despertador llama,
pereza emana.

Aunque no quiera,
lo cierto es que yo deba
de educarme.

Instruir mi coco,
aunque sea poco a poco,
no es que esté loco.

Yo avanzaré,
jamás me detendré,

lo lograré.

Diego Almodóvar González


Ensoñación

De pequeña soñaba,
soñaba que podía volar.
Volar alto, lejos, muy lejos.
No era  la imaginación
la que me alzaba por los aires,
era mi realidad, mi verdadero yo.

(¿Te suena a ciencia ficción?)

Cual heroína de un cómic,
yo poseía ese poder sobrenatural.
Cada noche partía desde mi cama,
surcando, de aventura en aventura,
los cielos de la ciudad.
Flotaba, me deslizaba,
me arremolinaba.
Sentía la libertad invadirme.
¡Ser etéreo de la infancia!

(¿De verdad no me has visto nunca?)


Adriana M. Ruiz de Molina




Regresó  de viaje
con un  dolor en el pecho.
La oscuridad  se pobló
de llamadas urgentes, 
y pasos apresurados.
 
Después todo cambió .

El tiempo se llenó de ausencias 
algunas cortas, otras más largas,
hasta que una parda noche
su tiempo se alejó  del mío.

Desde entonces 
le sigo buscando 
en cada hombre 
que he conocido,
en cada paisaje
que he caminado,
en las noches
en  las que me he perdido. 


Alicia Arriero Higueras



El Gigante

En mis pies, verde.
Cúpula cerúlea
            se posa sobre mis pequeñas orejas.
Campo, solo campo.
El sonido del agua termina
donde las brasas hacen oler la carne.

Un gigante de madera
sentado frente a mí.
Arrogante por su altura.
           Busco trepar en él.
Bastas zancadas entre escalón
                                                y escalón;
mis ojos desean permanecer alto.

Llego a sus crestas sabinas:
húmedas y rechinantes
a cada paso que doy.
Desde sus ojos veo las cabañas,
                                    el humo, el lago,
                                                 las hormigas de mis padres.

Pobre gigante,
que está condenado de por vida
a quedarse atado al suelo,
y dejarse pisar por nosotros,
                                   diminutos

que anhelamos de su tamaño ser.

Iker Karel Muñoz


Pulso

Hacia el comedor
camino.

De golpe no sé dónde estoy.
Me encuentro perdida.

Es mediodía,
me dice la memoria.

Tengo hambre
confusa retomo mi camino
hacia el plato ...
y así he seguido hasta hoy
sin que ese ictus a los doce
cambiara el pulso de mi vida.


Oración

¿Por qué sentí tanta culpa?
No sé,
ni quiero acordarme
por lo mucho que dolía.

Rezando la aplaqué
eternamente
en las vigilias,
luchando
contra mi misma
con ronroneo, sin tregua.

Calmaba,
pero no le perdono
que robara a mi pensamiento
tanto espacio

para imaginar.

María de Gonzalo Arenillas





Un sueño, de pequeña
                  pero también de grande
Una tienda, de papeles
                  pero también de lápices
Entré, entré en silencio
                  pero no quería 
Grité, grité muy fuerte
                  pero no se oía 
Era alto, con rostro sucio
                  pero manos limpias
Era grueso, con tripa blanda
                  pero no gorda 
Varias, varias formas 
                  pero siempre lo mismo
Muchas, muchas veces

                  pero siempre espanta

Siria Feo Rodríguez


El Rey de la montaña

I
Ese día te vi
arrastrando una rama,
arrastrando una rama
y corriendo.
Arrastrando una rama,
arrastrando esa rama,
arrastrando la rama
y corriendo.
Tu sonrisa brillaba
y tus ojos, luceros,
arrastrando tu rama
y corriendo.

II
Como todos los niños
teníamos entre manos
esa leve materia
que conforma la vida.
Con esa masa dulce
que llamamos el tiempo
entre manos, sin miedo,
inconscientes de cómo
esos breves instantes
son instantes eternos.
En la finca, los cuatro:
Julián, Sito, mi hermana
Sonsoles y yo mismo
íbamos de cabeza
sobre el montón de arena.
El rey de la montaña.
Ese montón de arena
en la tarde anterior
lo habían apilado
el tío José y su pala.
El rey de la montaña.
Y nosotros lanzándonos
en plancha hacia la cima.
Y el montón cada vez
más chato. Esparramado.
Tío José, silencioso,
a la tarde siguiente, con su pala,
volvería a colocar
nuestro montón de arena.
Recordando esos tiempos imagino
al tío José y su pala,
con todos sus defectos,
que los tenía, y muchos,
ahí arriba, en el cielo,
apilando montones para niños.


Javier Martín Alonso


SUEÑO DE INFANCIA

Cuánto añoro
la inocencia  e ignorancia
de la infancia.

Cuánto añoro
los sueños perseguir,
a las estrellas sucumbir.

Cuánto anhelo
la visión sin comprensión,
ser mi guía la emoción.

Cuánto anhelo
mil mundos por descubrir,
una vida que predecir.


Sara Álvarez.














martes, 20 de marzo de 2018

Trabajos de la 10ª Sesión del III Taller

Los miembros del Taller hemos buscado textos e imágenes relacionados con el Artículo 13 de los Derechos Humanos, adornando el aula de referencia donde celebramos las sesiones. Posteriormente hemos realizado composiciones poéticas en grupo. Estos son los resultados:




Romancillo del caminante

Tras tanto andar me descoso
si bien no encuentro reposo.
Duele más el odio y la guerra
que andar por sendero rocoso

Desfila espeso un reguero
en mis sandalias de cuero,
pero, sobre todo, pienso
en aquel gobierno artero.

La libertad tiene un tique
aunque en mi bolsillo no se ubique
pese a todas las dificultades
no esperen que de la fe abdique.

De la muerte tuve exceso
obviamente no salí ileso
rezo para que merezca la pena
el marchar y luego el regreso.

Lector, si ves a un caminante
ayúdale a que siga adelante
nadie quiere marchar de su tierra

no te muestres con él arrogante.

Diego Almodóvar González


Los inmigrantes tienen muchos hombros,
muchos corazones, muchas manos, muchas piernas.

Indóciles, errantes, ateridos,
labrarán resplandores en lo oscuro
fulgores que debieran persistir

Sobreviviré, no cabe duda.
Resistiré a los golpes,
al olvido de mi nombre,
al silencio de mi pueblo.

Sin darnos cuenta
los respiramos.
Que den un paso al frente,

Pero ellos –qué encendida travesía,
qué alta siembra de pasos decisivos-
proseguirán su paciente tarea,
su pródigo tránsito, su derrota:
hacer que una luz nueva alumbre el mundo,
prender el tiempo, fundar claridades

…para volver al mundo de los vivos
lo estoy diciendo a gritos: faltan puentes.

¿Estos son tus hijos?—Sí

El médico sin fronteras soy yo
El funcionario honrado soy yo
El hombre capaz de lo mejor
El hombre a secas, yo.

Lo que nos hace falta son los puentes
Hay que hacer puentes (dale que le dale)
con palos o cañas. O suspiros.

Lo principal de todo son los puentes.
(Colgantes, subterráneos, levadizos.)
Hagamos puentes, puentes, puentes, puentes.

Porque soy mujer, igual que tú.

Poema basado en los textos de Susana Diez de la Cortina Montemayor, Ángela Figuera Aymerich, Wislawa Szymborska, Ángel Guinda, María José Pastor, Fernando Beltrán, Bernardo Santos, Daniel Bellón, José María Gómez Valero y José María García Linares.


Adriana M. Ruiz de Molina Patricia Vargas, Raquel Vargas, Pilar García Rincón, Jaco Liuva, Luna Salazar, Diego Almodóvar, Juan Carbonell, María de Gonzalo, Marta Sancho, Siria Feo Rodríguez e Irene García Horcajada.


QUIZÁ…

Quizá fue una pesadilla
de asustados llantos huérfanos,
de gemidos bajo escombros
y constantes bombardeos.
No eran fuegos de artificio
celebrando algún evento,
sino rayos asesinos
acompañados de truenos
que devastaban impíos
refugios, casas y sueños,
abriendo grandes heridas
en almas y pavimentos.
Al fin pude despertarme
con un sudor frío y viejo…
La calidez de mi cama
venció al llanto y desconsuelo.
Pero no puedo olvidarme
de aquellos niños de Alepo
que no pueden despertarse
para escapar del infierno.
Juegan en las calles rotas
sin protegerse de un cielo
que en lugar de un azul prístino
refleja terror y duelo.
Fantasean con la varita
de un poderoso hechicero
que reconstruya sus barrios,
sus familias y sus juegos.
Ni de aquéllos que marcharon
sobrepasados de miedo
seguidos por el fantasma
de todo lo que perdieron.
Sueñan que un hada madrina
con los brazos muy abiertos,
por compensar la miseria,
la destrucción y el destierro,
convertirá sus harapos
en un vestido de ensueño
y los llevará a una fiesta
en un castillo europeo.
Quizá fue una pesadilla…
¡No quiero pensar en ello!

Pilar Elvira Vallejo



Por ellos nos iremos de la isla.
Lo estoy diciendo a gritos: ¡Faltan puentes!
Así quedó trazada la frontera.
De sangre y sangre, de hombre y hombre.
No supongáis que vamos tras nuestra libertad o nuestros sueños.
Al borde mismo de la herida,
al filo de ansia y de cuchillo,
hombres con botas despiadadas,
del valle hicieron apartijos.
¿Desde cuándo te escondes aquí? –No sé.
Hay que hacer puentes (dale que le dale)
Si no tenemos hierro,
con palos o con cañas. O suspiros.
Cruzando los abismos y los mares,
las estrechas aduanas,
para volver al mundo de los vivos.
Tras el arado codicioso,
al borde mismo de la herida,
los ríos vieron las orillas,
y llegaron los buitres,
y se pusieron a esperar.
La sed muere de agua,
como peces enormes,
a la mano entre olas.

El hombre capaz de lo peor,
que alguien sirve a la mesa,
veinte ahogados,
hinchados de la muerte.
Con la respiración cortada y el cuchillo,
que se clava en las entrañas
del silencio más cómplice.
Sobreviviré no cabe duda
cruzando los abismos  y los mares
para volver al mundo de los vivos.


Poema basado en los textos de Susana Diez de la Cortina Montemayor, Ángela Figuera Aymerich, Wislawa Szymborska, Ángel Guinda, María José Pastor, Fernando Beltrán, Bernardo Santos, Daniel Bellón, José María Gómez Valero y José María García Linares.

Autores: Marta Sancho, Siria Feo Rodríguez, Pilar García Rincón, Jaco Liuva, Luna Salazar, Irene García Horcajada, Adriana M. Ruiz de Molina, María de Gonzalo, Juan Carbonell, Patricia Vargas y Raquel Vargas.

  

Por los senderos de barro y miseria,
miles de pisadas dejan su huella,
en caminos prohibidos.

Avanzan los hombres sin presente,
empujados por el viento,
deambulando por cruentas calzadas

Un hombre contaba un cuento
a los niños que huían de la muerte.

Aquel día escuché a los pájaros
y envidié su osado y libre vuelo.

Ave que nunca toca la tierra
arrastrada por un viento que ilumina
como el sueño de un niño

que juega entre sus pensamientos.

Autores: Belén del Molino Dueñas, Marta Sancho Fernanz, Irene García Horcajada, Helena Martínez Luengo, Raquel Vargas, Patricia Vargas, Pilar García Rincón, Luna Salazar Díaz, Adriana M. Ruiz de Molina, Juan Carbonell Sánchez, Diego Almovóvar González, Jaime Sánchez y Jaco Liuva.











sacaron partido  los despiadados
hasta que el miedo nos expulsó.

Del demente caos
surgió el odio
y el odio provocó la muerte,
la dura muerte lenta, pegada a los caminos.

Con el demente caos
cabalgaban cuatro jinetes
con látigos apocalípticos 
que anunciaban el dolor y el vacío.

Del demente caos
llegó
la voz de  las tormentas que te arrastran

al vértigo final de la mortaja.


AUTORES: Alejandro Puga Gómez, Adela Imaz Aragonés, Ana Chuan López de Gonzalo, Ana Belén López Martínez, José Luis Pérez Fuente, Javier Martín Alonso, José Guerrero Villoria y María de Gonzalo Arenillas.









Que el mayor recuerdo que puedo lograr llevarme sea un pequeño suspiro de aire, que despedir mis venas ennegrece mi sangre, y aunque me marche a unas tierras nuevas, jamás serán comparables. Que necesito cuidar el bolsillo en el que llevo guardada la esperanza, para poder lograr aunque sea el intento de entrar en la bandera que tanto cargas de adoración y alabanza. 

Y que tenga que huir de mi vida para no perdería, aunque yo ya sepa que así también la estoy perdiendo. Eso es lo que ellos no saben, que no vine porque quisiera arrebatarte ni la mínima gota de polvo que se acumula en tu aire. Que crucé kilómetros en un hilo sin tensar, viendo cómo caía el de al lado y el de enfrente, y te puedo asegurar que no, que no lo hice por conocerte.

Siria Feo Rodríguez




¿Cuándo naciste, de dónde vienes? –No sé.
Primero nos hicieron picadillo
hombres con botas despiadadas.
Una mujer corría.
Buscaba un lugar sin espantos,
sentarse en un ribazo y amamantar en paz,
porque ya no son nuestras las mieses amarillas.

Buscaba un rincón sin espantos.
No quiero más mierda en mi llanto
espeso como la sangre de los muertos,
que ya está bien de tanto llanto
clavado en las entrañas
del silencio más cómplice.

¿Desde cuando te escondes aquí? –No sé.
El viento nos arrastra y nos cubre de arena.
¿Esto queda del hombre tras la furia del hombre?
¿Estos son tus hijos?
–Sí.


Poema basado en los textos de Susana Diez de la Cortina Montemayor, Ángela Figuera Aymerich, Wislawa Szymborska, Ángel Guinda, María José Pastor, Fernando Beltrán, Bernardo Santos, Daniel Bellón, José María Gómez Valero y José María García Linares.

AUTORES: Alejandro Puga Gómez, Adela Imaz Aragonés, Ana Chuan López de Gonzalo, Ana Belén López Martínez, Jaco Liuva, Javier Martín Alonso, José Guerrero Villoria y María de Gonzalo Arenillas.


A empujones nos suben a los trenes
que enarbolan la bandera no elegida
también nosotros vamos en triste caravana hacia el Poniente
el viento nos arrastra y nos cubre de arena.
Mujer, ¿cómo te llamas? – No sé.
¿Sabes que no te haremos daño? – No sé.
¿De qué lado estás? –No sé.
En la guerra has de elegir. –No sé.
¿Existe todavía tu aldea? No sé.
¿Estos son tus hijos? –Sí.
Los jóvenes esconden una piedra en el pecho,
huyendo de la sed, muriendo de agua.
Como sombras caminan, ¿son alguien?
¿Son los mismos?
He mirado a mi lado,
una mujer corría.
Adherido a sus piernas, pesa un lodo de siglos.
Tropezaba y corría,
pero no hallaba sitio.

Poema basado en los textos de Susana Diez de la Cortina Montemayor, Ángela Figuera Aymerich, Wislawa Szymborska, Ángel Guinda, María José Pastor, Fernando Beltrán, Bernardo Santos, Daniel Bellón, José María Gómez Valero y José María García Linares.

AUTORES: Sara Álvarez Herranz, Victoria Guriachykh, Luna Henseler Gallego, Alejandro Puga, Helena Martínez Luengo, Javier Martín Alonso y Jaco Liuva.


Sin camino que andar

Añoraba el camino
con un pasillo sin puerta
pero entonces, alguien ajeno
sitúa una puerta en el pasaje
y al hacerlo dice:
“para caminar, requieres una llave
pero no temas, caminante,
todos tienen esa clave”.
Y, aunque el vigilante era simpático,
cuán equivocado estaba.
Nadie
tiene
esa
llave.

Alejandro Puga Gómez





Las actividades del Taller se han ampliado y han llegado, como en otras ocasiones, a las aulas del centro. Los alumnos de 1º de ESO han participado en la creación de textos poéticos que trabajan los Derechos Humanos, dentro del programa que promueve el Cube Project, en el que participamos. En nuestro centro, como ya se ha explicado en la anterior entrada del blog, la propuesta es desarrollar acciones creativas y participativas alrededor del Artículo 13:


Artículo 13
1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.

2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

Estos son los resultados de la actividad grupal en el aula:


El tablero equivocado

La complicada guerra
acaba con la humanidad.

Mi tristeza es su miedo:
la ruina destruye los edificios
y desintegra las familias.

Los niños huyen
de sus propios juegos
y el hambre es
su dolor de cada día.

El hambre de justicia
se cambia por dinero.
El hombre es culpable
del paso del tiempo.
El hombre arenga
sin mirar al pueblo.
El hombre soldado
asesina la piedad.
Hambre y hombre
son insomnio.

Cada vez más soldados,
cada vez menos población.
La huida está en sus sueños,
pero nadie les abre las puertas.
El caos los atrapa
en redes de impotencia.

Nosotros seremos el camino,
os tenderemos nuestras manos
para alcanzar vuestra libertad.
                                                                                        1ºC









Entre dos mundos

Campos de refugiados
al margen de la libertad.
Campos de multitudes
solitarias, sin esperanza.
Personas extrañas,
sentimientos de añoranza,
deseos que cada día
se alejan más del alma.

Has huido
de fronteras ideológicas
cruzando mares desesperados.

Te persiguen
al borde de la muerte
y a kilómetros de la paz.

Las bombas
tratan de estallar
tus creencias religiosas.

Tus hijos hambrientos
lloran el hambre
y sus risas no se oyen.

Corren detrás de ti
los ángeles de la oscuridad
devorando tu anhelo.

Cuando saltas la valla
que te separa de un mundo feliz,
se clavan en tus pies
el racismo
y la desigualdad.
Tus manos lloran sangre
gritando:
¡salvadnos de esta miseria!                        
1ºD








El muro

Quieren construir un muro
que separe en dos mitades el mundo.

El dinero tiene billete de ida
y vuelve cuando quiere.

El dinero compra la felicidad
y deja vacíos de pobreza.

El dinero sirve
para edificar barreras
de injusticia.

La miseria no viaja
y choca contra las sombras
de la muralla.

La desgracia tropieza
con los escalones
de la penuria.

El infortunio te paraliza
y quema tu esperanza.

Vamos a dinamitar los cimientos
que separan los territorios
del egoísmo.
1º F









Utopía

Abro las alas
de mi libertad
y me llevan a un mundo
donde el alma pesa
y no el color.

Camino
por un sendero libre
donde nadie me reprocha
quién va de mi mano.

Viajo al tiempo
donde nadie
me impone
lo que tengo que pensar.

Vuelvo para ser
las manos que salven
a Aylan Kurdi.

Consigo que las sirenas
callen sus voces asesinas
y detengo el botón de la guerra.

Quito las cerraduras
que ponen límites
a un trabajo digno.

Reparto palabras
sin dictados, sin dictaduras,
con democracia.

Miro a tus ojos
y pierdo el miedo.

Si me ayudas,
lo conseguiremos.
1º A