Vamos a trabajar la descripción de objetos inanimados asociada a reflexiones, recuerdos, sentimientos... y a un lenguaje poético.
Pondremos nuestra atención en algunos ejemplos de poetas que han creado sus textos a partir de una casa. Sí, una simple casa puede darnos pie para expresar palabras encadenadas a sensaciones, unidas a afectos o a la evocación de tiempos pasados e, incluso, a deseos futuros.
Estos son los textos seleccionados:
CASERÍO DE LA PUEBLA
Para Miguel
Galanes y Mabel Hernández,
Tú dueño de Añil
de la casa.
De
aquel tiempo de avispas y algunas veces lluvia,
de
higueras en los patios y niños sin escuela;
de
aquella infancia oscura entre una guerra y nada
que
merendar, de aquellas
aguas
del Jabalón donde, al nadar, entrábamos
en
otra dimensión de la inocencia,
sólo
esta casa en ruinas, al parecer, no ha huido,
aunque
nadie se asome por sus ventanas ciegas.
(Nadie
me observa. Entro. Sigo sin ver a nadie.)
Viniendo
del olvido la llanura son huertas
calcinadas,
eriales, surcos leprosos, restos
de
cuanto fue y no pudo ni huir ni hacerse hoguera.
Frente
al tiempo amarillo que pudre las paredes
de
esta casa, da miedo detenerse. La puerta,
que
alguien dejó entornada, como esperando a un muerto,
tiene
color de lápida. Los muros son ya grietas.
Los
nudillos del aire golpean las persianas
y,
al callar, suena el eco con amplitud de ausencia.
Yo
pasé los veranos aquí, cuando el calor
que
nos asilvestraba, tardaba en ser escuela
tres
meses y tres días, hasta el 4 de octubre,
y
la vida era simple: consistía en dar vueltas.
El
molino, los trillos, los rebaños, las norias,
las
cigüeñas, las mieses, el sol, las tolvaneras...
El
mundo daba vueltas. Y el vino de pitarra
—blanco,
seco, en porrón—, también daba sus vueltas
como
el filo en la hoz —¡Salud!—, y
algunas veces
acababa
en tragedia.
De
aquel tiempo de avispas y algunas tardes cuerpos
desnudos
—las albercas,
como
mares de risas, bajo un sol que no entiende
esta
locura niña de perder la vergüenza
ante
el frescor—, de aquellos
capachos
rebosantes de mosto aún en perlas,
como
una sed futura que fermenta esperando
la
guitarra y la fiesta,
sólo
esta casa, al parecer, no ha muerto
del
todo y, aunque herida y humillada, me espera.
Hay
paisajes que llevan con dignidad su olvido,
y
quintos que resisten en pie, como una higuera
loca,
en mitad del campo. Hay espacios que crecen,
y parcelas sin amo que, al no crecer,
revientan.
Las
palabras solemnes no son de este paisaje:
la
tierra está en desahucio, mira nubes ajenas,
bebe
de ríos secos, tiembla con unos fríos
que
ya no son los padres de su escarcha y su niebla.
Las
palabras solemnes son para las catástrofes
y
aquí no pasa nada que merezca una esquela:
que
se caiga una casa manchega no es noticia,
la
noticia sería que ésta no se cayera.
En
El viento entre las ruinas, de José
Luis Morales. Ed. Hiperión.
CASA ANTIGUA
Hijes.
Guadalajara
Allá
la casa antigua, consumida,
En
donde el tiempo sabe
Fermentar
vino, dar sus pinceladas
De
polvo en homenaje
A
la caducidad y al fluir de los años.
Aún
huele a cemento
Y
a madera, y a cal, como si fuese
Reciente
y exhalara
El
sudor con que fuera construida
En
la roca, hace tanto.
Porque
la yerba y los primeros
Cereales
del año, parecieran
Haber
caído en este mismo suelo
Con
su aliento de lluvia
Que
corretea por las habitaciones.
El
tiempo se equivoca
Sobre
los campos y los muros, para
Que
el eco de la siega se prolongue
En
los andamios y en su íntima
arquitectura
que contemplo.
Es
una casa vieja
Donde
la luz se posa, y no hace daño,
Con
manos leves de frescura
Que
otorgan mansedumbre y
Duración.
Hay leyenda
En
esas fotos y por las paredes,
Cada
vajilla, la honda chimenea
Frente
a la cual las vidas
De
mis antepasados
También
se consumieron.
En
estos cuadros tiembla tanta historia
Aunque
mía, lejana;
Tantos
lenguajes que ya no reconozco
Y
se me escapan de las manos
Como
briznas de agua.
En
Una hoja de almendro, de Jorge
Fernández Gonzalo. Ed. Hiperión.
LA CASA
Salí a hacerme una casa con tu madera pura
Pablo Neruda
No
quise nada malo. Solamente
construirme
una casa.
Con
la madera pura y olorosa
de
los ásperos pinos,
de
los dulces castaños,
de
los robles tenaces que mi España sustenta.
Una
casa para mí
sobre
la dura tierra de mi patria
taraceada
de huesos anteriores
al
calor de mi sangre.
Una
casa cuadrada, inocente,
con
las paredes lisas bañadas
en
cal blanca y apacible
como
la leche materna
con
un rojo tejado jubiloso
y
un alero propicio
para
los nidos de las golondrinas
y
la sombra violeta de los sueños.
Unos
muros,
unos
sencillos muros nada más
haciendo
soledad para mi alma,
cercándome
el anhelo de los ojos.
Contra
el terror estúpido de las noches,
contra
la vergüenza de los días demasiado brillantes,
un
fiel caparazón de cal y canto.
Una
fresca penumbra
con
un clavo en espera paciente
donde
colgar las ropas sudadas
y
el cansancio de las horas larguísimas.
Un
rincón sin testigo
para
esconder esas lágrimas sucias
que
se lloran en los atardeceres.
Una
alcoba caliente y profunda
para
el sueño, para el amor, para el parto.
Para
el instante impuro de esa muerte
desesperadamente
mía.
Quería
eso tan sólo. Salí a hacer una casa
cuando
iba a amanecer y el cielo era bondadoso.
Pero
todos se echaron sobre mí. Vete, perro,
que
la tierra no es tuya.
Ni
la piedra ni el árbol ni la sombra ni el aire.
Salí
a hacer una casa. Y aquí me tenéis, hijos.
apaleado
y desnudo.
Con
mi corazón crédulo mojado por la lluvia.
En
Obras completas, de Ángela Figuera
Aymerich. Ed. Hiperión.
CUANDO LA CASA ESCASA
Cuando
la casa escasa sólo es casa,
cuando
la casa no es hogar ni hay cena,
cuando
no hay nadie que me llame «nena»
¿Qué
más da que los cuadros tengan polvo?
La
nevera vacía toda helada
mi
corazón helado y no vacío;
(riego
tus plantas) y a tus plantas digo:
–Llévate
este zarzal que tú me dieras.
En
Historia de Gloria. Amor, humor y desamor,
de Gloria Fuertes. Ed. Cátedra.
En casa de
Martín
Mi
amigo Martín no vuela pero es un pájaro con trino. En su casa tiene ventanas que
miran a donde tú quieres ver y en lugar de cortinas tiene cataratas de agua que
no moja y cuando las descorres te queda un sabor a río en las manos.
Tiene
retratos que te miran cuando te das la vuelta y a uno de los que hay en el
pasillo le ha quitado el marco porque es alemán.
Los
cubiertos de la mesa se esconden debajo de las servilletas para no ser
descubiertos y las copas y los cuchillos siempre están buscando a los oros y
los bastos para echar una partida de guiñote o de tute.
Las
lámparas dan luz por el día y por la noche descansan porque no tienen turno de
noche.
Y
siempre, siempre que vas a su casa, el tocadiscos se queja de que ya nadie le
toque y de que el silencio se le suba en motitas de polvo en su universo negro
y redondo.
E[
reloj de pared toca las siete cuando son las ocho regalándonos una hora más de
amistad y la tarde que entra por el balcón sonríe por ser más joven.
El
suelo es de baldosas de todos los colores. Cuando pisas una roja tus zapatos se
avergüenzan y les salen colores a sus cordones, pero cuando pisas una azul, tus
pies, hechos ya cielo, buscan una nube para ponerse una bufanda porque tienen
frío.
La
habitación que da al norte la tiene dedicada a biblioteca. Nada más entrar por
la puerta, de hoja doble como un libro, se puede ver, como un afiche, un
cartelito que pone en letras de hormiga:
La biblioteca es
la cuna del pensamiento,
¡silencio!
¡silencio!
que la idea
duerme
en un sueño perfecto.
en un sueño perfecto.
Si tocas un lomo
de ángel,
si abres la
sonrisa de un libro,
¡silencio!
¡silencio!
y deja que él
hable.
Date reposo a
tus labios,
pon tus ojos en lucero,
pon tus ojos en lucero,
¡silencio! que
hablan los sabios,
¡Silencio!
¡Silencio!
a los libros en
rosario.
En
Ojos como soles, de Felipe Espílez.
Ed. Poesía eres tú.
CASA
Tal
vez ésta es la casa en que viví
cuando yo no existí ni había tierra,
cuando todo era luna o piedra o sombra,
cuando la luz inmóvil no nacía.
Tal vez entonces esta piedra era
mi casa, mis ventanas o mis ojos.
Me recuerda esta rosa de granito
algo que me habitaba o que habité,
cueva o cabeza cósmica de sueños,
copa o castillo o nave o nacimiento.
Toco el tenaz esfuerzo de la roca,
su baluarte golpeado en la salmuera,
y sé que aquí quedaron grietas mías,
arrugadas sustancias que subieron
desde profundidades hasta mi alma,
y piedra fui, piedra seré, por eso
toco esta piedra y para mí no ha muerto:
es lo que fui, lo que seré reposo
de tu combate tan largo como el tiempo.
cuando yo no existí ni había tierra,
cuando todo era luna o piedra o sombra,
cuando la luz inmóvil no nacía.
Tal vez entonces esta piedra era
mi casa, mis ventanas o mis ojos.
Me recuerda esta rosa de granito
algo que me habitaba o que habité,
cueva o cabeza cósmica de sueños,
copa o castillo o nave o nacimiento.
Toco el tenaz esfuerzo de la roca,
su baluarte golpeado en la salmuera,
y sé que aquí quedaron grietas mías,
arrugadas sustancias que subieron
desde profundidades hasta mi alma,
y piedra fui, piedra seré, por eso
toco esta piedra y para mí no ha muerto:
es lo que fui, lo que seré reposo
de tu combate tan largo como el tiempo.
Pablo
Neruda (www.poesi.as)
Estrella
Casa
iluminada.
Estrella de lejos;
de cerca, posada.
Estrella de lejos;
de cerca, posada.
Jaime
Torres Bodet (www.poesi.as)
ÁLGIDA
SENSACIÓN
Sepúlveda
mediodía
caluroso julio
casa deshabitada
ventana oscura
bocanada de frío
espasmo corporal
olor húmedo
escombros
giro de cabeza
agazapada
oscura
tétrico brillo
guadaña
ojos
mente
piel
aterrados
Ella
ruinas
oculta
La muerte habita los escombros
húmedos donde el hombre
ya
no quiere vivir.
En
Poesía sobre todo. 101 tentativas de Javo
Liuva, de José Luis Pérez Fuente. Ed. Poesía eres tú.
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