martes, 15 de mayo de 2018

12ª Sesión del III Taller de creación literaria (y Trabajos)

Cerramos las actividades del Taller con una sesión dedicada a terminar los trabajos pendientes, a recopilar los textos de los asistentes y, como nos queda algo de tiempo y muchas ganas de trabajar y de ser creativos, se propone realizar una actividad libre final, de carácter individual o de forma colectiva. 

Estos son los resultados:

Imagen aportada por Lucía Díaz Mairena




YOU ARE THE LIMIT
When the hours passed slow and I enjoyed them like nothing else. When I felt full of energy, rushed by the adventure, stopped by the sky. I miss it. As I grew I learnt life isn’t that easy, at least if you aren’t able to dream.
After all of this, you get depressed, because, with the pass of the years your life starts being repetitive, and there’s less time to do what you love. I’d beg for forgiveness (as it ashames me) if I lived such an insignificant life.
If you don’t know what does this mean, I just want to say that you have to live and be remembered, after all, you’re all the obstacles you have to sort to get an unique legacy. Don’t you remember when they say you: you can be whatever you want, you just have to fight for it?

 Well, if you don’t think you are going to remember this in a couple of years, I’ll leave for you this phrase: Don’t think about what can the life do for you, think about what you can do for your life.

Diego Almodóvar


La sirena

Niña que naufragó
todos murieron a su alrededor
acunados por una canción,
su mente la mantuvo a flote
las cantoras viniéronla a sacar
de esa vieja vida
que pronto dejaría atrás.

Cantó como ninguna,
arrullando hasta abandonar
en esperanzas envenenadas
a otros en el mar.
Su guía fue el océano
Ella mentora de las demás
Nuevas voces rescataron
Otras quedaron atrás.

En acuosas tumbas, vidas
alimentaron las olas
para devolver un favor

a un agitado mar.

Marta Sancho Fernanz


Muerto para contarlo

Soy un “muerto viviente”, que en su vida anterior ha fallecido de manera espontánea en un accidente, motivo por el cual el brazo derecho está partido y el codo fundido con  las costillas. Si, y junto con esto, están mi nariz inexistente y el moho y la podredumbre, de uno tras siete largos años sumido en un sueño, que aparentaba ser eterno, en una lata de conservas; mi aspecto no es el de uno destinado a echar cohetes al cielo.

Sé que mi condición no es, ni de cerca, ni de lejos, admirable, pero la vida no tiene parangón, y si además, te la han robado, uno arde en deseos tan profundos que ni se percata de que las llamas lo devoran acuerpadas por sus ansias.

He revivido a un kilómetro de mi casa y a dos del accidente,  en el cementerio de “Llorafuerte”, así que, me dispongo a rememorar lo sucedido y, ¿por qué no? Dar unos buenos sustos.

Allá por los alrededores de mi antigua vivienda, me dispongo a entrar en ésta, pues conservo las llaves en algún punto cercano al esternón. Al girar la llave, la puerta se atasca y no se abre. Doy la vuelta y allí lo veo. El “Hombre” que poco más de un lustro atrás, me mató. Es él, lo sé por su característica máscara sombría.

El “Hombre” saca un artilugio entre dorado y lila, que me deja embobado unos instantes. Parece un talismán, con una cadenita esmeralda para colgar al cuello. El “Hombre” se lo cuelga y me dirige una mirada atenazadora, que a mí, un muerto, le aterra. Luego se esfuma.

Trato de recordar las inscripciones que acabo de vislumbrar, las cuales son en una lengua muerta, entre celtíbera y cartaginesa con un poco de fenicio. Dicen así: “El muerto que aguarda la vida es aquel al que la vida espera, y condena”. Las inscripciones no parecen erróneas, pero el ojo con el reloj flameante en la pupila no me agradan, sino que me repulsan. Es ese el motivo que me decanta por huir a reorganizar mis ideas acerca del hombre y del amuleto. Ya familiar.

Reconozco que mis conocimientos históricos son de gran ayuda en casos como éste, para, basándome en estos, saber más del asunto. Aunque, ubicar el artefacto en algún hallazgo resulta lioso contando con mi participación en siete yacimientos.

Pronto descubro las ventajas de estar muerto: no hace falta comer o dormir, te puedes hacer polvo, y volar con el viento hasta llegar al destino pensado. Esto último lo decido usar para reconstruirme, como un lego, y desincrustarme el brazo.

Una vez fuera del refugio, hago un par de visitas a los yacimientos, y cuando llego al sexto se me viene una visión a la mente: la del ojo de Amílcar Barca.

Ya recuerdo, donde creíamos haber descubierto la tumba de este jefe del ejército de Cartago, esta estaba vacía, sin contar con la presencia del amuleto.

El reloj de arena en la pupila puede significar que el tiempo es relativo y, en teoría, no eterno; el ojo, la ascendencia fenicia cartaginesa, mientras que las llamas, pueden ser símbolo representativo del fuego que cercenó su vida de raíz, el fuego de los “toros de astas ardientes”. (Esta es una historia que se puede resumir así: El ejército cartaginés de mercenarios, liderado por Amílcar Barca, estaba en constante lucha con Roma por la toma de la Península en fechas de las Guerras Púnicas, y al superar en número a los romanos, se asentaron confiados en un campamento. Los romanos sabían que si entraban en combate el número los derrotaría, por lo que era vital evitar el conflicto bélico cuerpo a cuerpo. Se les ocurrió enviar al enemigo de noche toros con antorchas en los cuernos). Tratándose del general, la máscara a modo de “Fantasma de la Ópera” encargada de tapar dolorosas quemaduras es explicable.

Tras reflexionar largo y tendido sobre el tema, me dirijo, maquillado, para parecer lo menos cadavérico posible, a la Biblioteca Nacional de España a repasar historia.

Abro un libro y todas las miradas de la sala se desocupan momentáneamente de sus quehaceres para apuntar hacia mí y declararme desastre como peluquero, maquillador… pero, poco después, vuelven ensimismados a sus libros mientras noto una presencia acechante tras de mí. Me giro, abro bien la boca dispuesto a encararme al “Hombre”, en ese momento, mis labios quedan inmovilizados al igual que el resto de mi cuerpo, ahora, agarrotado.­ Dirijo una rápida mirada inquieta oteando el horizonte de mesas y estantes repletos de libros, pero nadie asoma como un sol esperanzador. Estoy perdido, rodeado de testigos ausentes.

El “Hombre” me agarra del brazo y nos esfumamos para llegar a parar a su guarida, repleta de mascotas como cernícalos, pumas, cocodrilos, ajolotes, arañas… a las cuales les falta un ojo en el lugar donde solo restan cuencas ennegrecidas, carbonizadas… No obstante, por desgracia, ese no es todo su séquito, aún hay más víctimas como yo, personas que murieron para ser inmortales a su fiel servicio con un ojo marcado. Al ver sus caras frías y sin apenas rasgos, empiezo a creer sumergirme en una pesadilla macabra cuyo fin esta anunciado: Me tengo que despedir de un ojo.
Amílcar se marcha con el amuleto colgando de la cadena, quedo solo. Y aunque tema a mis acompañantes, observo mi miedo reflejado en sus únicos cristalinos. Al instante, regresa  el jefe con la cadena rígida, estática, e incandescente. El miedo se apodera de mi persona y desaparezco, sin saber cómo, pues nada más llegar lo había intentado inútilmente, con una única meta: salvar a esos seres muertos de un monstruo anterior a Cristo. Para ello, me dirijo al jardín de mi abuelo con fin de desenterrar a mis canarios, revivirlos.

Decido ser un romano y jugar con fuego, pues nada puede odiar más un general con la cara quemada, que una llama, y yo cuento con algunas: ¡Las ansias de vivir!


PVNICVS FLAMINIVS

Jaime 


Ultimas palabras

­A veces me odio a mí mismo…
–¡Es absurdo!... ¡Esto es absurdo!
– Estoy a punto de emprender mi último viaje, un gran salto en la oscuridad.
– Apaguen la luz.
– Déjenme morir tranquilo; no voy a vivir mucho tiempo.
–¡Qué pena morir, cuando me queda tanto por leer! 
– Homo Reus.
– Sobre la Tierra hay millones de hombres que sufren: ¿por qué estáis al cuidado de mí solo?
– No sé, es la primera vez que me ejecutan.
– Todas mis posesiones por un momento de tiempo. 
Me siento genial.

Estas son las ultimas palabras dichas por:
Aleister Crowly, Sigmund Freud,  Thomas Hobbes, Theodore Roosevelt, George Washington, Carlos I de España, Menéndez Pelayo, Wolfgang Amadeus Mozart, León Tolstoi, Maximiliano de Habsburgo, Isabel I de Inglaterra, Pete Maravich.





verso blanco
mente blanca
tinta negra
manos firmes
ojos verdes
       que te escribo  negro
       que te beso en blanco
dedos raudos
línea frágil
rima rota
pluma ágil
libro libre
               que te leo mío
               que te sueño nuestro

Adriana M. Ruiz de Molina Patricia Vargas, Raquel Vargas, Pilar García Rincón, Jaco Liuva y Luna Salazar.


Así

Es aquello que deseo
Son mis ganas de soñar
Es el tiempo que te espero
Son tus nadas un vacío
Es tu imagen lo que anhelo
Son tus manos imposibles
Es tu voz la voz del mar
Son tus ojos el misterio

Soy tu sombra

Así serás.

Adriana M. Ruiz de Molina Patricia Vargas, Raquel Vargas, Pilar García Rincón, Jaco Liuva, Luna Salazar, Diego Almodóvar, Juan Carbonell, María de Gonzalo, Siria Feo Rodríguez e Irene García Horcajada.




Las parcas desmemoriadas

La muerte nos ha abandonado… por segunda vez. Como lo oyes. ¡Menuda desfachatez! Ríete, ríete cuanto quieras. Ahora, no creas que voy a perdonarle esta afrenta, no. Se acabaron las oportunidades. Me he cansado de esperar, de preparar nuestras exequias y de comprar esas finas mortajas que nunca conseguimos lucir.
Me pregunto por qué Morta no habrá cortado el hilo dorado. ¿Tal vez Nona olvidó esculpir nuestros nombres en el muro de bronce? Para mí que estas Parcas están seniles, como nosotros.
Y no me mires así, boquiabierto y espantado; no me van los pusilánimes. Péinate y arréglate, corre. No hagamos esperar a la inmortalidad.

Ana Belén López Martínez






El reflejo del espejo
por las mañanas,
me devuelve
una ilusión de identidad.
                                                               

Ficción de mi memoria
que sigue dibujando
en el azogue del espejo
los rasgos de un ayer,
los gestos de un ayer.

Incapaz de aceptar
las líneas que el tiempo
va trazando en mi rostro
evoco
los gestos y los rasgos
que un día fueron
pero que ya no son,
y que siento todavía
como ciertos
cuando cada mañana
me reflejo en el espejo.

Alicia Arriero Higueras




Alicia Arriero Higueras





POETELA

Igual no la escribo yo.
Ella me escribe a mí
y rellena mis vacíos.

Recorro el dulce camino
de la palabra solemne
oculta tras un suspiro

que otorga significados,
que me desvela la historia
y llueve emoción a cántaros.

Si la palabra te llega
profunda a tu corazón
“¡Eso sí que tiene tela!” 


Sara Álvarez Herranz, Victoria Guriachykh, Luna Henseler Gallego, Alejandro Puga, Helena Martínez Luengo, Javier Martín Alonso y Jaco Liuva.

domingo, 15 de abril de 2018

11ª Sesión del III Taller con Javier Martín Alonso

El miércoles 11 de abril, Javier Martín Alonso ha acudido a la cita que tenía con el IES Príncipe Felipe de Madrid.




Miembro del Taller de creación literaria del instituto, ha sido invitado a leer y comentar su reciente publicación:







Javier Martín nos ha presentado su primer poemario, marcado por la sencillez de los temas abordados y la pureza de un estilo directo y nada rebuscado. Sus versos están llenos de sentimientos y emociones que lo convierten en un poeta intimista y familiar. Llama la atención la sonoridad de sus versos y el aparente influjo de la poesía contemplativa y espiritual. 



Como lluvia serena

COMO LLUVIA serena
que cala poco a poco,
que no deja torrentes
pero que empapa todo
y humedece la tierra,
y no se seca,

y nutre mis raíces
de savia fresca. 

Dulce niña de lumbre...

I

DULCE NIÑA de lumbre,
               flor de la jara,
               te acompaño en la sierra
               con mi cayada.

Vamos juntos, mi niña,
               por la mañana
               y nos tumbamos juntos
               de madrugada.

De madrugada, niña,
               en nuestra cama
               florida de amapolas,
               olor de cañas.

Campo de primavera,
               río de plata
               que desemboque suave
               en nuestra casa.

Dulce niña de lumbre,
               flor de la jara,
               caminando conmigo
               por la montaña.


II

EN EL LECHO de flores
               hay uvas pasas,

               tú y yo juntos, mi niña,
               vino de Málaga.
 



Qué bonito escribirte...

Ganas de descansar...




Las palabras que dices...

LAS PALABRAS que dices en silencio
a base de miradas y caricias

que me recorren suaves, que me producen versos. 


Si estás en las montañas...





"La segunda, Feliz"

LA SEGUNDA, FELIZ

Porque llega el otoño,
porque he visto las hojas amarillas,
marrones,
porque la luz es gris y tenue y clara,
porque las nubes tiñen todo el cielo
con su color, y anuncian lluvias nuevas.

Porque me busca el viento,
porque vuelvo a sentir el frío entre mi pelo
alborotado,
crespo,
porque vuelvo a pasear entre los árboles
cargados de recuerdos
de un año que pasó, de un año bueno,

y me recuerdan, y me enseñan, callando,
que vuelvo a entrar contigo en el invierno. 


"10 de marzo de 2005"




La sencilla armonía...

LA SENCILLA ARMONÍA de dos niñas que juegan
al amor de la lumbre que suponen sus padres,
dos hermanas que crecen, que comparten su vida
sobre un árbol caído
tan sencillo,
tan pobre.

Una copa que apuran dos personas que miran la vida que les queda.

Esa copa de vida
dos personas la beben
al amor de dos niñas que juegan tan tranquilas.

Qué alegría sencilla.


Qué discreta armonía.


Mujer y poesía


A sus hijas




Algunas reflexiones poéticas.

Más reflexiones poéticas.

Es la suave delicia...

ES la suave delicia de saber que te quiero
y sentir a tu lado la paz entre mis venas,
la alegría que fluye y que nutre mis fibras,
es la lluvia serena.

Es la calmada gota que acaricia la piedra,
de la ola que besa la roca mansamente,
es el crujir discreto de una rama que nace,
es mi alegría plena.

Es el sonido sordo de la vida que encierra
una mañana fría, es la música toda,

es el ritmo obsesivo de la paz, de la tierra,
es el amor. Es ella. 


El acto terminó con la firma de ejemplares:









sábado, 14 de abril de 2018

11ª Sesión del III Taller con Raúl González García

En la penúltima sesión del Taller, recibimos la visita del poeta Raúl González García


profesor de nuestro instituto que ha decidido publicar dos de sus obras en el volumen titulado Los fuegos del agua:







Nos ha presentado su libro, con una poesía reflexiva, fruto del pensamiento y de la soledad del poeta y, por otra parte, de la expresión de unos sentimientos que son el resultado de la observación contemplativa y de la comunión con los elementos de la naturaleza. Su poemario es un recorrido vital donde el tiempo, los ríos y los espacios habitados se convierten en protagonistas y cómplices del yo poético. 



Alumnas del Taller preparando la lectura de los poemas.


Alumnas del Taller preparando la lectura de los poemas.

Presentación de José Guerrero, director del centro.

Presentación de José Guerrero, director del centro.

A continuación mostramos algunos momentos del acto:


Sobre el poeta y la poesía.

I. En los charcos de Navalguijo...

I

En los charcos de Navalguijo, en las pozas de Bohoyo,
en sus ciénagas verdes, donde las púas del dolor aún tañen
una canción sin nombre entre ruinas,
donde el Tormes aúlla a las estrellas
como un viento sombrío cargado de presagios.

Allí, en el territorio de todo desencuentro,
el exilio y su ley cegaron nuestros ojos
al fulgor de la espuma, y fuimos recortados en el aire,
proscritos en la bruma, errantes, harapientos, sin doctrina,
imágenes de barro.
Oh, cuánto hemos viajado en la voz de la luna,
qué espectrales se hicieron nuestras manos
tanteando las sombras, muy lejos de la verdadera luz,
por los interminables precipicios del tiempo.

Desde entonces, el río galopa en la conciencia
con fugitivo estruendo, adorna con sus ídolos la noche,
celebra ritos crueles amparado
en la penumbra ardiente del deseo.
¿Qué amar más, oh extraviado corazón,
el viento que fustiga con paciencia el costado de los días
o la cólera adusta de este río de muerte sin principios
que canta sin descanso la pasión de una vida
sellada en el abismo?
Sin duda, un dios mendigo entona esta plegaria
desolada y atroz, como un ciego despierta
temblando a medianoche entre las aguas,
náufrago en un mar extranjero, coronado por algas
y por olas sin fin.
¿Y dónde hallar sentido, qué verdad,
si el río desemboca en nuestros labios?


VI. Cuando muera...

VI

Cuando muera, que arrojen mis restos a tus aguas,
oh, Tormes, bendecido por el sol,
donde encuentre de nuevo las imágenes
que hicieron de mi vida tu reflejo
en la dura carrera de los días.

En ellas volveré a lo que perdí:
un monte de inocencia entre la nieve,
el cielo azul arriba con su luz
y el canto de algún pájaro en el centro
de un puro transcurrir sobre los valles.

Nadie sabrá de mí, sino estos versos
que fluyen hacia el pozo más profundo
donde se oye la voz de las estrellas
hundida en la corriente que no cesa.

Y sabré que mi destino era ése:
un instante de amor sobre la tierra
traspasado de efímera luz blanca
y una sombra que cruza sobre el tiempo
a la caza del alba por tu piel.



C. Ojo perfecto...

III. Nieve muy blanca...

V. Tú que persigues....


XXI. Grita la tierra desnuda..
.

LXXX. Quien ama ríe....

II. Y el río...


XVII. Allí pasó mi amor...

XVII

Allí pasó mi amor,
sin que nadie lo viese.
De pronto, con su luz
y su aire indiferente.

Sobre ríos y árboles
de una tierra escondida,
creció hasta hacerse voz
y yo la perseguía.

Me llamaba en el agua,
me llamaba en la brisa,
sólo a mí y no sabía
la ciencia de su huida.

Su voz me dijo: ven,
desde una nube blanca,
transparencia del sol
al abrir la mañana.

Estuve así un instante,
contemplando el reflejo
en el agua de árboles
que danzaban sin tiempo.

Pasó al fin mi amor,
tan raudo como un ave
sin que nunca alcanzara
sus cabellos de aire.

Guardo en mi corazón
la luz del sol, el cielo,
espejo de los días,
como un ojo de fuego.

Sobre Claudio Rodríguez y el Arte..


Vida y Literatura.

"La caída más alta".



Finalmente, Raúl González pasó a firmar los ejemplares de su obra: